Pilar Jurado y su espectáculo en Almería el 24 de abril de 2010



En Almería, el día 24 de abril de 2010, Pilar Jurado, soprano, directora de orquesta, pianista, musicóloga y compositora, dio un espectáculo sonoro-teatral titulado UNA VOZ DE CINE. Se trataba del estreno o primera representación y probablemente se dará en otras ciudades. Ante lo que allí se vio y escuchó, me veo en la necesidad de dar testimonio de unas costumbres que están adueñándose del mundo de la música clásica y que la están tratando de llevar a un terreno ajeno a ella. Y puesto que de costumbres se trata, tiene que ver con la moral y, por tanto, con aquel fundamento racional en el que -como un bajo fundamental- se apoya todo: la ética.

Aunque se publicó en la prensa el día antes, hubo quien no se pudo enterar a tiempo del tipo de espectáculo al que iba a asistir y no podían disimular su mal humor ante lo que ellos creían que sería un recital de ópera. No sabían que tocaría una banda de rock o jazz (o las dos cosas mezcladas) en unión con una orquesta de cámara, la Orquesta Ciudad de Almería (OCAL). Ésta fue colocada al fondo del escenario, casi a oscuras y dirigiría (así se decía en la prensa) el concertino. También se decía que iba a dirigir la propia cantante. En efecto, al entrar al escenario, todo a oscuras (excepto las tenues luces en los atriles) se va directamente hacia la orquesta y se pone a mover los brazos como aspas de molino de viento sin que se observase que hubiera coordinación alguna con la orquesta. Y así durante dos minutos. Era evidente que el espectáculo había comenzado.

La mitad delantera del escenario estaba ocupada por el citado conjunto de jazz-rock-pop, (piano, batería, bajo y guitarra eléctricos). Se había anunciado una "sorpresa", pero tras los dos minutos de la asombrosa dirección, ya nos dimos por "sorprendidos". Además, lo del jazz y rock estaba anunciado en el programa de mano con nombres y curriculum, nombres que la soprano iba diciendo y ellos levantándose y saludando, como en una sesión standard de jazz. Pero ahí no había sólo jazz. Puesto que la artista tenía cinco títulos y el papel de soprano lo alternaba con el de cantante de pop, de jazz, de samba y opereta, tenía que haber un conjunto sinfónico-jazzístico-pop-rokero. Y no tocar por turnos, sino también conjuntamente. Así que ahí estábamos el público de ópera esperando arias de ópera y el de rock y jazz esperando canciones de rock y jazz, lo que producía aburrimiento y disgusto alternativamente a unos y otros.
¿Qué era ésto, de qué iba la cosa?. Estaba claro, era un experimento y Almería fue la 'Drosophila melanogaster' con la que se experimentó. (Tiene esta mosca en común con Almería que en ambas el índice de procreación y el crecimiento poblacional son altos. ¡Por eso sirven tan bien como objetos de experimentación!. Véase la imagen en dos tiempos de la experimentación, anterior y posterior a la aparición de una pata en un ojo. Foto macro que aparece en el libro-conferencia del prestigioso biólogo y genetista almeriense Ginés Morata Pérez, de la Universidad de Granada).



La banda de jazz-rock (con un volumen a toda pastilla, como es lo habitual en rock) tocando a la vez que la orquesta, que tenía sus propios micrófonos, fue una experiencia para no olvidar. Se puede uno imaginar el sonido inenarrable del concertino (él no tiene culpa de ser el más captado por los micros) sonando al unísono con la soprano o con la guitarra eléctrica. Por si no se lo imaginan, era como el sonido producido por alguien que toca por primera vez en su vida un violín chino de sesenta euros. El pianista también dirigía, sobre todo en los acordes finales: se levantaba y con grandes gestos hacia la orquesta marcaba el fin. Esto fue más sorprendente que la dirección de la soprano. ¿No habíamos quedado en que el concertino haría de director?. Por lo demás, el piano era usado como percusión y para repetir una y otra vez (cualquiera que fuese la obra que se interpretaba) unas escalas poco limpias (otro rasgo habitual en jazz) y con escaso sentido de la música (o así me lo pareció).
Alternancia de canciones de rock-jazz con arias de ópera (Una voce poco fa, O mio babbino caro, Casta diva, Lascia ch'io pianga), así como canciones de Cinema paradiso, West side Story, My Fair lady, I got Rythm, Moon river, I feel pretty, Somewhere y alguna más. Al final, tres propinas, incluyendo "Brasil" en la que Pilar Jurado quiso bailar pero no pudo. Por lo visto es lo único que no sabe hacer. Los de mi barrio de butacas, que habíamos apostado por que esta señora acabaría en la copla, tuvimos que desechar esa idea por imposible: sin baile no hay copla.
Usó micrófono siempre, cuando podría haber tenido la deferencia de desconectarlo cuando se interpretaban arias de ópera con la OCAL y sin grupo de rock-jazz. Así nos habríamos evitado esos gritos que salían por los altavoces y que retumbaban en los oídos (no sólo en los míos, así que 'probatum est'). Desafinó bastantes veces. Los arreglos que hizo sobre la marcha (o las improvisaciones, si lo fueron) consistieron, por un lado, en florituras en los agudos, pero adolecían de poca afinación y de ninguna nitidez en el fraseo; es decir, melodía 'sucia' (de nuevo el jazz). Por otro lado, la 'coloratura' tan anunciada quedó en intentos de golpes de glotis en los trinos y escalas, pero eso no era lo suyo y quedó deslucida. Desfiguró así la música y vulgarizó la nobleza de las arias mencionadas. Por cierto, en la propina cantó Visi D'arte y estando en ello, con micrófono en mano y en pleno agudo desorbitado y sin volverse, le hizo un gesto con la mano a los músicos de la orquesta (o al concertino) indicando que aflojaran. Y lo hicieron. El concertino estaba completamente desconcertado. Más aún, a estas alturas del espectáculo estaba ya "desconcertinado" (valga la expresión).
Algunas veces hablaba por el micro para decir, entre otras cosas, que a ella le gusta mucho el cine (cosa que no suele importar al respetable). Recuérdese que el título del espectáculo era "Una voz de cine" y se esperaba algún indicio de ese carácter de unión entre cine y música como se anunciaba en el programa y prensa, pero eso no se dejó ver demasiado, ya que se trataba de arias de ópera o canciones pop, como 'Volare', que, accidental u ocasionalmente, aparecían en la película al margen de la acción (la llamada 'música extradiegética'). Sólo sonó música compuesta 'para' la película en las dos o tres piezas de Cinema Paradiso, Desayuno con diamantes, Sabrina y alguna más.

Otros aspectos lamentables fueron que el intento de unión entre cine, pop, ópera, jazz, rock, folk, etc., quedó en una mezcla de aceite con agua. Todo fue llegando a una nivelación de unas músicas de calidad con otras más vulgares. El intento –encomiable en sí mismo- de acercar la música académica a la popular condujo a un nivel de compromiso que no pudo ser otro que el nivel de la que está más abajo. Quiso hacer eso que últimamente está de actualidad, géneros híbridos a los que se les denomina con palabras tales como "fusión", "cross-over", "música fronteriza", etc. Pero como ha dejado claro que la palabra fusión no le gusta, quizá esté buscando un "sincretismo musical", una simultaneidad de géneros, estilos y hasta de lenguajes en un mismo concierto (cosa que ya se intentó en músicas de los años sesenta o setenta) sin tener en cuenta que el estilo pop-rock-jazz es un producto vulgarizado cuyo origen está en el estilo clásico y que la simultaneidad de ambos conduce a una contaminación de lo bueno por lo menos bueno, del original por la copia. La soprano ha querido ser original "a toda costa" y lo ha hecho llevando consciente y voluntariamente –es decir, con empeño y energía- la música clásica (o de academia) al nivel de la ligera (o de entretenimiento), pero creo que es más deseable intentar la originalidad haciendo lo contrario, aunque eso sea mucho más difícil. A propósito de estas meditaciones, Roland de Candé en su Historia Universal de la Música, afirma cosas que se pueden aplicar al caso:

"La música de consumo, llamada "ligera", está concebida para el pueblo, en función de criterios comerciales, por una minoría pseudoselecta burguesa, que coloniza y prostituye todo lo que pasa a su alcance (jazz, folclore, "gran música"...) para hacer de ello un producto uniforme: Se cree al público popular tan mediocre que les parece necesario envilecer los objetos que se le destinan... Se diría que para acompañar su decadencia, nuestra civilización se ha proporcionado un fondo musical espantosamente uniforme: Uniformidad en el timbre (el de los altavoces mediocres; la gente se habitúa al timbre del altavoz y acaba tomándolo por la realidad musical); Uniformidad de matices (todo es o demasiado fuerte o demasiado débil); Uniformidad de la expresión (los desperdicios del romanticismo musical); Uniformidad de la escritura primaria y de los ritmos estereotipados; Uniformidad de una estética simplista, fundada en la adaptación grosera de un sistema caduco".
En este párrafo se identifica bien a qué niveles se quiere llevar a la música clásica con este tipo de 'experimentos'. Se podría reforzar aún lo anterior con la opinión del recientemente nombrado director artístico del Teatro Real, Gerard Mortier (ver foto). En las entrevistas, Gerard suele decir cosas como que "Estoy en contra de adaptar el teatro al gusto del público, porque cambia constantemente. El teatro se opone a la vulgarización del arte" .... "Los teatros de ópera no deben seguir el gusto del público, sino que deben hacerle reflexionar, que vayan contra el aburguesamiento y la rutina, que es la muerte del arte".

¿No suenan estas palabras a "No hay que ir a una nivelación por abajo?" Aún se pueden esgrimir fundamentos en contra de esa nivelación en los párrafos que se pueden leer en el tomo 12 de la "Historia de la música" de la Editorial Turner, escrito por Andrea Lanza:
"Lo que normalmente se define como 'música ligera', es decir, la música de entretenimiento, formada prevalentemente por canciones y bailables, ofrece un muestrario amplísimo de modelos recabados de la música culta, vulgarizados a través de procesos de reescritura y simplificación y manipulados para su mayor venta en el mercado".... "Esta música es un producto industrial que no persigue intenciones artísticas, sino la satisfacción de la demanda de mercado que ella misma orienta y determina".
¿Y no es ésto lo que busca la soprano Pilar Jurado?. Efectivamente, con sus 'espectáculos' se pliega a la "demanda del mercado", esto es, a simular que la música clásica "no es para tanto", que es igual de "mala" -o de "buena"- que la ligera, a quitarle su identidad artística e introducirla en el mundo que habita el pop. En ese mundo, la música clásica sería alguien que, habiendo sido invitado a un baile, busca pareja que esté a su nivel, pero no la encuentra.
Concluyo aquí este escrito, esperando que quien me haya seguido en mis argumentos, comprenda el punto de vista desde el que he pretendido hacer una defensa de la música clásica frente a unas costumbres populistas y una ética que se supone que las sustenta.
Federico Soria, Almería, 28 de abril de 2010.

2 comentarios:

  1. Anónimo8/9/10

    Un dato que hay que corregir: el encargo del real no es de Mortier, quien se lo ha encontrado hecho. Fue de su predecesor, Antonio Moral.

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  2. Creo que el lector tiene razón. Gracias, ya he corregido el error.

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